INTERNACIONAL.- Roma, una ciudad acostumbrada a los ecos de la historia, vuelve a envolver su alma en plegarias. El Vaticano ha anunciado el inicio de oraciones nocturnas en la Plaza de San Pedro por la salud del papa Francisco, quien, con 88 años, enfrenta la fragilidad del cuerpo ante una neumonía que se niega a ceder.
Esta noche, la plaza volverá a encenderse con velas, como hace dos décadas, cuando el mundo despidió a San Juan Pablo II. El cardenal Pietro Parolin, segundo al mando en la Santa Sede, dirigirá la primera vigilia, invitando a Roma y al mundo a unirse en un susurro de fe y esperanza.
Mientras tanto, en el hospital Gemelli, donde Francisco permanece desde el 14 de febrero, la incertidumbre se mezcla con la devoción. En la capilla dedicada a Juan Pablo II, médicos y enfermeros rezan con sus batas blancas y uniformes verdes, algunos de rodillas, aferrados a la fe.
“Lo sentimos mucho. El papa Francisco es un buen papa, esperemos que se recupere. Tengamos esperanza”, dice Filomena Ferraro, con los ojos nublados de emoción. Ha venido a visitar a un familiar, pero su corazón está también con el pontífice. “Nos unimos a él con nuestras oraciones, pero… ¿qué más podemos hacer?”
Francisco, aquejado también por insuficiencia renal temprana, se mantiene alerta y responde a quienes lo rodean. Los médicos, sin embargo, no ofrecen certezas. La amenaza de sepsis, esa infección silenciosa que ha arrebatado tantas vidas, acecha en la sombra.
En Nueva York, el cardenal Timothy Dolan puso en palabras lo que muchos temen pronunciar: “Estamos al lado de un padre moribundo”. Desde el púlpito de la catedral de San Patricio, su voz tembló con la misma fragilidad del anciano pontífice.
Roma se cubre de oraciones. Las campanas de San Pedro pronto podrán repicar en júbilo o en despedida. Mientras tanto, la humanidad espera. Y reza.