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Benito Juárez: ¿Héroe de la patria o el villano perfecto?

Jorge Guzmán Mtz
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Benito Juárez, el llamado “Benemérito de las Américas”, es una de las figuras más ensalzadas en la historia oficial de México. Su imagen decora escuelas, billetes y discursos políticos, convirtiéndolo en un símbolo inmaculado de la justicia y el progreso. Pero, ¿qué pasaría si en lugar del prócer republicano viéramos al verdadero hombre detrás del mito? ¿Fue Juárez realmente un héroe o el arquitecto de una dictadura disfrazada de democracia?

El rostro oculto del “héroe”.

Benito Juárez gobernó México con mano de hierro, acumulando poder de manera ininterrumpida por casi 15 años (1858-1872). Su prolongada permanencia en el poder nos obliga a cuestionar si realmente era un defensor de la democracia o simplemente un caudillo más que suprimió a sus opositores con brutalidad. Autores como Enrique Krauze y Francisco Bulnes han señalado que Juárez no solo centralizó el poder, sino que tomó decisiones que llevaron al país al caos y la guerra.

La Constitución de 1857, promovida por su administración, sirvió para despojar a la Iglesia y a comunidades indígenas de vastas propiedades, lo que desembocó en un descontento social generalizado. Como bien apunta el historiador Juan Miguel Zunzunegui en “México: Esclavitud disfrazada de libertad“, Juárez promovió una reforma agraria que no benefició al pueblo, sino a una nueva oligarquía que se hizo con las tierras expropiadas.

El exterminador de la oposición.

Durante su mandato, Juárez persiguió y ejecutó a sus enemigos con implacable dureza. Su mayor acto de brutalidad fue el fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo en 1867, a pesar de las súplicas de clemencia de monarcas europeos y figuras políticas. Este acto, que la historia oficial justifica como una “defensa de la soberanía”, bien podría interpretarse como un ajuste de cuentas político. ¿Fue realmente una acción patriótica o la eliminación de un rival incómodo?

Además, Juárez utilizó el pretexto de la guerra para suspender garantías individuales, aplicar censura y ejercer un gobierno autoritario. No fue casualidad que Porfirio Díaz, en su famoso Plan de la Noria, lo acusara de perpetuarse en el poder.

¿Por qué el oficialismo lo hizo héroe?

Tras su muerte en 1872, Juárez fue exaltado como el gran salvador de México, pero esto no fue un acto espontáneo de la historia, sino una construcción política deliberada. Durante el Porfiriato, Díaz, su antiguo rival, utilizó la imagen de Juárez para legitimar su propio gobierno, presentándolo como el precursor del “orden y progreso”. Más tarde, la Revolución Mexicana, en su afán de desmarcarse del porfirismo, continuó ensalzando a Juárez como el símbolo del Estado laico y republicano.

El historiador José Antonio Crespo señala que la glorificación de Juárez sirvió para justificar el control del Estado sobre la Iglesia y reforzar una narrativa donde el liberalismo era sinónimo de patriotismo. Esta versión oficial, promovida en libros de texto y discursos políticos, ignora por completo sus abusos de poder y su tendencia autoritaria.

¿Héroe o villano?

Benito Juárez no fue el santo que nos han vendido, sino un político astuto que, como cualquier otro líder, supo utilizar la fuerza y la manipulación para mantenerse en el poder. Su imagen de héroe es una construcción política que ha servido a diferentes regímenes a lo largo de la historia. ¿Fue un patriota? Sin duda. ¿Fue un demócrata? Difícilmente. ¿Fue un villano? Tal vez no en el sentido clásico, pero sus métodos autoritarios y su ambición de poder lo acercan peligrosamente a esa categoría.

Tal vez, la pregunta correcta no es si Juárez fue un héroe o un villano, sino por qué seguimos repitiendo la historia sin cuestionarla.



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Periodista. Director de Región Sur Gto. Gamer y creador de contenido. Fan del terror, del cine y de la televisión.