INTERNACIONAL.- Katmandú vivió una de sus jornadas más violentas en décadas tras la renuncia del primer ministro comunista Khadga Prasad (K.P.) Sharma Oli, quien dejó el cargo el martes 2 de septiembre en medio de una ola de protestas que incendió el Parlamento y varias residencias de dirigentes políticos.
La dimisión del líder de 73 años se produjo luego de que la represión de las manifestaciones del lunes (originadas por el bloqueo de redes sociales) dejara al menos 19 muertos y más de un centenar de heridos.
“Cientos de personas penetraron en el recinto del Parlamento y prendieron fuego al edificio principal”, informó Ekram Giri, vocero de la Cámara. Videos difundidos en redes sociales mostraron densas columnas de humo cubriendo el centro de Katmandú, mientras jóvenes atacaban oficinas públicas y viviendas de figuras del oficialismo y de la oposición.
🚨URGENTE – População coloca fogo no parlamento do Nepal, após graves denúncias de corrupção e tentativas do governo comunista de impor a censura na Internet e nas redes sociais pic.twitter.com/BtA99tEZTT
— SPACE LIBERDADE (@NewsLiberdade) September 9, 2025
Un gobierno comunista en crisis.
La caída de Oli pone fin a un gobierno comunista que, en coalición con el Congreso Nepalí, había prometido estabilidad tras años de turbulencia política. Sin embargo, el intento de controlar las redes sociales y la falta de respuesta ante la corrupción detonaron la mayor rebelión popular desde la abolición de la monarquía en 2008.

La represión fue duramente criticada por organizaciones de derechos humanos, que denunciaron el uso de munición real contra los manifestantes. “Muchos recibieron disparos en la cabeza y el pecho”, confirmó el doctor Badri Risa, del Centro Nacional de Trauma.
La juventud como motor del cambio.
La indignación juvenil ha sido el motor de la protesta. Con un desempleo que alcanza al 20% y más de 2 mil jóvenes emigrando a diario hacia Medio Oriente y el sudeste asiático, el hartazgo contra lo que llaman “Nepo Kids” (hijos de dirigentes que viven en el lujo) marcó la chispa de la rebelión.
“Estamos aquí para protestar porque nuestros jóvenes y amigos están siendo asesinados, buscamos justicia y el fin de este régimen corrupto”, señaló el manifestante Narayan Acharya.
Un futuro incierto.
El Ejército de Nepal llamó a la calma y pidió proteger el patrimonio nacional, mientras que Oli, en su carta de renuncia, habló de “nuevos pasos hacia una solución política”. No obstante, para gran parte de la población, especialmente los jóvenes, las promesas llegan tarde.

“Queremos un país libre de corrupción, con acceso a educación, hospitales y un futuro brillante”, expresó Robin Sreshtha, uno de los manifestantes que se mantiene en las calles.
La caída del gobierno comunista abre un nuevo capítulo en la historia de Nepal, un país marcado por la inestabilidad política y que ahora enfrenta la presión de una ciudadanía que exige democracia, justicia y un sistema alejado de la censura y la corrupción.