En una pequeña comunidad rural del sur del estado de Guanajuato nació uno de los personajes más enigmáticos y venerados del México del siglo XX. Su nombre era Fidencio Constantino Síntora, originario de Monte de los Juárez, comunidad perteneciente al municipio de Yuriria, aunque registrado oficialmente en el pueblo cercano de Irámuco.

Nacido el 13 de noviembre de 1898, Fidencio creció en un entorno rural junto a sus padres, Socorro Constantino y María Tráncito Síntora, y sus hermanos Buenaventura, Socorro, Joaquín y Fulgencio. Como muchos jóvenes de su época, migró en busca de mejores oportunidades, y fue así como su vida lo llevó a Espinazo, Nuevo León, donde su historia tomaría un rumbo extraordinario.
El origen del “Niño Fidencio”.
De complexión menuda y con una voz aguda que nunca maduró —detalle que le dio el apodo de “Niño Fidencio”—, se ganó la confianza de los pobladores al mostrar una habilidad fuera de lo común para aliviar el sufrimiento de los enfermos. En un México posrevolucionario, donde el acceso a la medicina era limitado, Fidencio se convirtió en la esperanza de miles.

Realizaba curaciones sin anestesia, utilizaba vidrios de botella como bisturí, columpiaba a paralíticos hasta que “aterrizaban caminando”, y atendía desde partos hasta enfermedades graves en espacios poco convencionales como un charco de lodo conocido como El Pocito, o lanzando frutas.
El día que curó al presidente.

Su fama llegó hasta el Presidente de la República, Plutarco Elías Calles, quien lo visitó el 8 de febrero de 1928 en Espinazo para que lo atendiera de una enfermedad en la piel. Según testimonios, Fidencio le untó miel de abeja y lo dejó reposar. Horas después, el mandatario ya no presentaba síntomas. A partir de entonces, el Niño Fidencio contó con protección oficial, a pesar del contexto delicado del conflicto cristero que dividía al país.
Entre el mito, la fe y la incredulidad.
Fidencio falleció el 9 de octubre de 1938, a los 40 años. Aunque para algunos fue un brujo o charlatán, para miles de personas continúa siendo un santo. Su figura dio origen a la Iglesia Fidencista Cristiana, que sigue activa principalmente en el norte de México y el sur de Estados Unidos. Aunque no ha sido reconocido por la Iglesia Católica, su culto sigue creciendo.

Con el paso de los años, han surgido personas que aseguran poseer sus dones de sanación y se hacen llamar también “Niño Fidencio”, sobre todo en estados como Durango. Sin embargo, no existe certeza sobre si alguno comparte realmente su don.
Hoy, Fidencio Constantino Síntora, oriundo de Yuriria, Guanajuato, es recordado como un ícono de la medicina tradicional, un símbolo de fe popular y una figura histórica que desafió la lógica médica de su época, dejando una huella indeleble en la cultura religiosa mexicana.