YURIRIA.- El Viernes Santo, 5 de abril de 1947, marcó el fin de la vida terrenal del Padre Zavalita, un sacerdote agustino cuya entrega espiritual y servicio lo convirtieron en una figura venerada en la región. Según relata el Padre Nicolás P. Navarrete, aquella noche el Padre Zavalita recibió los últimos sacramentos del Prior de su comunidad, permaneciendo lúcido hasta el final. Poco antes de la medianoche, entró en agonía y falleció serenamente, “como lo que había sido, una lámpara del Sagrario”.
En sus últimos momentos, el Padre Zavalita sostuvo un crucifijo entre sus manos y, a su lado, reposaba un cuadro de la Virgen Dolorosa, símbolo de su devoción y amor a Cristo.
Un milagro en vida: El paliacate del Padre Zavalita.
La historia del Padre Zavalita no solo se limita a su vida devota, sino que también incluye un relato curioso y significativo que sigue resonando en la región. Pocos días antes de su muerte, un niño llamado Leonel Díaz lo visitó por indicación de su padre, Don José Díaz, para cobrar “los centavos” que el sacerdote debía. En lugar de dinero, el Padre Zavalita le entregó un paliacate que bendijo en sus manos como prenda.
El paliacate, llevado por Leonel a su padre, fue dejado en un rincón de su tienda sin mayor importancia. Sin embargo, esta tienda se convirtió con los años en una de las más prósperas de la región, reconocida en los municipios y ciudades aledañas. Este hecho, considerado por algunos como un milagro, ha quedado como parte del legado intangible del sacerdote.
Un gesto de gratitud eterna.
El vínculo entre el Padre Zavalita y la familia Díaz no terminó con su muerte. Fue Don José Díaz quien se encargó de los gastos de su féretro y entierro, un gesto que reflejó no solo gratitud, sino también la profunda conexión de la comunidad con el sacerdote agustino.
Con información de Caminando con el Padre Zavalita.