INTERNACIONAL.- Tras más de una década de abandono papal, la residencia de verano en Castel Gandolfo ha vuelto a albergar a un pontífice. El papa León XIV, el primer papa estadounidense en la historia de la Iglesia, llegó este domingo a la emblemática villa ubicada al sur de Roma, reanudando así una tradición que fue interrumpida durante el pontificado de Francisco.

El nuevo líder de la Iglesia Católica, originario de Chicago y de 69 años, saludó a cientos de fieles y simpatizantes que lo esperaban con entusiasmo en la carretera principal del pueblo, antes de aparecer en el balcón de la Villa Barberini.
Un retorno cargado de simbolismo.
Esta estancia marca un hito en el inicio del pontificado de León XIV, quien ha protagonizado semanas intensas de audiencias, encuentros y celebraciones desde su elección el pasado 8 de mayo. Ahora, con esta pausa de seis semanas, busca no solo descanso físico, sino también espiritual y estratégico.

Durante su estadía, el pontífice mantendrá una agenda ligera, con misas dominicales, algunas oraciones públicas y actividades limitadas dentro del Vaticano. Según fuentes cercanas, utilizará este tiempo también para leer, reflexionar y comenzar a delinear documentos clave para su naciente pontificado.
La hermana Mary Livia, monja de Uganda presente en la llegada del papa, resumió el sentimiento general: “Desde que fue elegido ha estado trabajando sin parar. Es momento de que recupere energía y fuerza para su misión”.
El legado del palacio.
Construido en 1624 por el papa Urbano VIII, el palacio papal de Castel Gandolfo ha sido por siglos un refugio estival para los pontífices. Con más de 55 hectáreas (superando incluso el tamaño de la Ciudad del Vaticano), el complejo incluye una granja, jardines meticulosamente cuidados, un observatorio astronómico y, recientemente, un centro educativo ambiental inspirado en la encíclica Laudato Si.

A pesar de su historia, el lugar quedó prácticamente en desuso desde que el papa Benedicto XVI lo habitó por última vez en 2013, después de su renuncia. El papa Francisco, fiel a su estilo sobrio y cercano, optó durante todo su pontificado por permanecer en Roma incluso durante los calurosos veranos, convirtiendo el palacio en museo y dejando atrás la tradición.
León XIV, al retomar este espacio, no solo revive un hábito ancestral, sino que también envía una señal clara de continuidad con ciertos elementos del pasado, con una mirada al futuro.
Expectativas locales y globales.
Alberto De Angelis, alcalde de Castel Gandolfo, celebró el regreso del papa a la villa y expresó su esperanza de que el nuevo pontífice convierta este lugar en un centro de reflexión y producción espiritual.
“Esperamos que el papa produzca algún texto, alguna encíclica aquí que tenga un alcance global. Y luego decir que vino de Castel Gandolfo, que se inspiró y produjo este texto desde aquí para todo el mundo”, dijo.

Además de la expectativa de un documento papal, los habitantes del pueblo ven este regreso como una oportunidad de reactivación económica, turística y espiritual para la región.
Un nuevo estilo con raíces profundas.
Mientras León XIV aún está por definir plenamente el tono de su pontificado, este gesto simbólico de instalarse en Castel Gandolfo para descansar (sin dejar de cumplir funciones esenciales) muestra una sensibilidad histórica y una voluntad de equilibrio entre modernidad y tradición.

En un verano que se anticipa caluroso para Europa, el papa ha optado por buscar frescura no solo en el clima, sino también en el alma de una Iglesia que lo observa con expectativa. Castel Gandolfo vuelve a tener papa. Y el mundo católico vuelve a mirar hacia sus balcones con esperanza.