INTERNACIONAL.- Bajo un cielo luminoso y entre los cánticos de miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro, León XIV dio inicio oficial a su pontificado este domingo con una ceremonia llena de simbolismo, tradición y emoción. El mundo fue testigo del inicio de una nueva etapa para la Iglesia Católica, marcada por el gesto más solemne del ritual papal: la imposición del Anillo del Pescador.

Fue el cardenal filipino Luis Antonio Tagle quien colocó en la mano del nuevo pontífice la joya de oro que simboliza su autoridad como sucesor de San Pedro. Conocido por su cercanía al pueblo y sus ideas progresistas, Tagle había sido uno de los nombres más mencionados antes del cónclave. Al entregarle el anillo, apodado por muchos como “el Francisco de Asia”, se selló un momento de profundo significado eclesial y humano.
Fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y trepidación, vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría, caminando con ustedes por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una única familia.
— Papa León XIV (@Pontifex_es) May 18, 2025
León XIV, visiblemente conmovido, tomó el anillo en su mano, lo contempló unos segundos y cerró los ojos en un instante de recogimiento. Respiró profundamente, como si comprendiera en ese preciso momento el peso y la responsabilidad de lo que estaba por comenzar: ser el pastor de más de mil millones de católicos en todo el mundo.

Durante la misa, León XIV también recibió el palio, una banda de lana blanca con cruces negras que representa su autoridad como pastor supremo. Ambos ornamentos, junto con la bendición apostólica, marcan formalmente el inicio del ministerio petrino, uno de los eventos más solemnes de la Iglesia Católica.
En su primera homilía como papa, León XIV se dirigió con humildad al mundo:
“Fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y trepidación, vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría, caminando con ustedes por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una única familia. Amor y unidad: estas son las dos dimensiones de la misión que Jesús confió a Pedro”, dijo, con voz serena pero firme, frente a miles de fieles y líderes de diferentes países.

La ceremonia —una de las más significativas de la vida pública de la Iglesia— estuvo cargada de gestos que evocan siglos de tradición, pero también de esperanza por una nueva etapa guiada por la compasión, la cercanía y el servicio.
León XIV asume así el timón de la Iglesia en un mundo fracturado por guerras, pobreza y crisis de fe, con la convicción de que su misión es servir, no gobernar. Como él mismo expresó, su pontificado será uno de puentes, no de muros. Una Iglesia que camina junto a los que sufren, y que escucha más que impone.