YURIRIA.- En un municipio que presume su riqueza histórica y cultural, la hermita de la Virgen del Peñasco dentro del Lago Cráter “La Joya” es hoy un testimonio vergonzoso de abandono, indiferencia y promesas incumplidas.
A pesar de que el sitio recibe peregrinos durante todo el año (especialmente en noviembre, mes de su festividad) y forma parte del turismo religioso del municipio, su estado actual raya en lo deplorable. Las bardas derrumbadas, el piso agrietado por los movimientos telúricos de la falla tectónica que cruza el lugar, escaleras peligrosas sin señalización y nidos de avispas por doquier no solo representan un riesgo para los visitantes, sino que demuestran el desinterés absoluto de las autoridades municipales, estatales e incluso de la Iglesia católica, que se limita a recolectar limosnas durante las fechas festivas.

El acceso al lago cráter es otro desastre. Ni los mínimos servicios básicos ni una infraestructura decente para los peregrinos se han garantizado. Aunque oficialmente este espacio no depende de la Iglesia ni del gobierno municipal, la omisión colectiva ha condenado a la hermita a convertirse en una ruina más, cuando podría ser un espacio sagrado y turístico con verdadero potencial.
El historial de proyectos que nunca pasaron del discurso es una burla al pueblo. Desde la administración de César Calderón González en 2012, cuando se habló de dignificar el lugar, pasando por el proyecto fallido de un museo prehispánico, o peor aún, la delirante idea del “museo de la Nueva Aztlán” impulsada por Salomón Carmona Ayala en 2018, hasta la promesa reciente de un templo completo en la administración de Ma. de los Ángeles López Bedolla, todas las iniciativas han terminado en lo mismo: nada. Palabras vacías, intenciones de escaparate y una pasmosa incapacidad para actuar.

La historia del lugar, aunque poco documentada oficialmente, está impregnada de devoción popular. Junto a la imagen de la Virgen se encuentra una inscripción de 1875 en la que un tal Juan Martínez narra un supuesto milagro que lo curó de lepra tras bañarse en las aguas de La Joya:
“Le doy gracias a la Virgen de Guadalupe del Peñasco por el milagro que me hizo… Apenas se notaba la imagen de la Virgen y yo la mandé retocar…”.

Pero ni los relatos de milagros, ni la fe de los devotos han sido suficientes para llamar la atención de los actores con capacidad de transformar el sitio. Hoy, la Virgen del Peñasco observa desde el olvido, rodeada de escombros y promesas rotas.
La hermita no necesita discursos ni rezos institucionales. Necesita acciones concretas. Pero eso, al parecer, es pedir demasiado en un municipio donde la memoria histórica y la fe popular importan solo cuando es rentable.