YURIRIA.- La historia de fe, entrega y amor al prójimo del padre agustino Fray Miguel F. Zavala, conocido con cariño como “el padre Zavalita”, ha dejado una huella profunda en la memoria colectiva de Yuriria y otras comunidades del centro del país. Hoy, su legado espiritual se encuentra más vivo que nunca, con su causa de beatificación en marcha en el Vaticano, impulsada por los testimonios de milagros atribuidos a su intercesión.
Nacido con el imponente nombre de José Estanislao Serapión Francisco de la Trinidad Zavala López, el 12 de noviembre de 1867 en Rancho Nuevo, Michoacán, desde pequeño demostró un temple especial. Huérfano de padre a los cuatro años y criado en Ojo de Agua de En Medio, en el entonces Moro-León (hoy Moroleón), fue su fe y su intelecto los que marcaron su camino desde la infancia.
A los seis años ingresó a la escuela dirigida por las hermanas Rosa y Antonia Paniagua, y más adelante se trasladó a Morelia, donde ingresó al Seminario Conciliar. Su formación continuó en reconocidos colegios religiosos de la época: San Ignacio, San Pablo en Yuriria, y el Espíritu Santo en Santiago Maravatío.

Con apenas 21 años, el 7 de junio de 1888 —en plena festividad de San Nicolás de Tolentino— recibió el hábito agustiniano, adoptando el nombre de Miguel en honor al arcángel, del que su madre era devota. Un año después, el 12 de junio de 1889, realizó su primera profesión religiosa agustiniana en el convento de Yuriria, según el padre Navarrete.
Fray Miguel no fue solo un predicador, sino un constructor de fe y de obras tangibles. Recorrió múltiples vicarías, dejando huella en Querétaro, Morelia, Aguascalientes, Moroleón y Yuriria. En este último, su entrega alcanzó una dimensión especial: no solo concluyó la segunda torre del templo de la Preciosa Sangre de Cristo, sino también el Santuario de la Virgen de Guadalupe, que permanecía inconcluso.
Durante los tiempos difíciles de la guerra cristera (1926-1929), Fray Miguel se convirtió en refugio espiritual para el pueblo yurirense. A pesar de la persecución religiosa, fue protegido y amado por la comunidad, que no dudó en cuidarlo como un tesoro humano y divino.

Falleció el Viernes Santo, 4 de abril de 1947, a los 79 años, en el templo de la Preciosa Sangre de Cristo de Yuriria, donde había sembrado tanto amor como enseñanzas. Hoy, casi ocho décadas después, su legado continúa vigente y su proceso de beatificación avanza en la Santa Sede, impulsado por testimonios de milagros atribuidos a su intercesión.

Para muchos, el padre Zavalita fue un verdadero santo en vida: humilde, bondadoso, incansable en su labor, y cercano siempre a los más necesitados. Los yurirenses lo recuerdan como un guía espiritual que vivió con el ejemplo, con profunda fe y con una devoción sincera al prójimo.
Con información de Ignacio Núñez Gaviña, Cronista Municipal de Yuriria.